lunes, 6 de octubre de 2014

ESPAÑA: UNA GRANDE Y LIBRE


Por Pedro Taracena




Artículo 2 de la Constitución Española (1978)
“La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades (*) y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
El contenido del artículo 2 está relacionado con el artículo 8 donde recuerda que: “Las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la independencia y soberanía de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.





Artículo 1 de la Constitución de la República Española (1931)
La República constituye un Estado integral compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones.





Es fácil constatar que el contenido del artículo 2 y parte del artículo 8, es una cuña irremediablemente franquista, más aún, militarista si hablamos con propiedad. Mientras la Constitución republicana únicamente utiliza la palabra integral, la Constitución monárquica plasma cuatro vocablos, todos al cual más evocador del lema del Caudillo de España que lo fue por la Gracia de Dios: España: Una, Grande y libre. Introducir en el texto constitucional el concepto de unidad, nación y patria, de forma exclusiva y excluyente es un despropósito. Los franquistas y los militares dejaron reflejada en la Carta Magna su vocación continuista, imponiendo ante las exigencias nacionales periféricas el término ambiguo, improvisado y convencional de nacionalidad (*).





La unidad nunca puede ser un fundamento absoluto en sí misma y menos decretar que esa unidad corresponda a una patria y una nación. El concepto unidad hubiera sido más válido si se le añade la palabra diversidad. El concepto nación tiene mucha relación con las emociones y los sentimientos, y la palabra patria se mueve en el romanticismo épico del ardor guerrero. Encorsetar en el texto constitucional que todo el territorio que llamamos España, deba de ser una unidad granítica, es simplemente una mentira. Y negarse a reconocer que España está constituida por diversas sensibilidades nacionales, es tener reminiscencias franquistas. El nacionalismo español negó y persiguió que  los españoles formamos desde tiempos pasados un rico mosaico de naciones. Somos una nación de naciones.  El Tribunal Constitucional retiró del Estatut de Catalunya el valor jurídico de la Nació Catalana, con ello demostró su vínculo con el pasado franquista, y su ignorancia de lo que es un sentimiento de pertenecer a una nación, una lengua materna, un arraigo histórico y para no pocos  ciudadanos de España una patria. Todas estas magnitudes no se pueden medir y mucho menos encorsetar en una Constitución, que sólo debe de entender de derechos y deberes. El sentimiento de ser o no ser  español no lo otorga la Constitución. La nacionalidad constitucional es un derecho legítimo y legal o por conveniencia, que nada tiene que ver con un sentimiento. Referente a la unidad patria, tampoco se impone por mucho que los Reyes Católicos unificaran España. Si a esa amalgama de realidades no reconocemos una diversidad, esa unidad sólo sirve para complacer al franquismo más recalcitrante.





España vive en estos días unos momentos convulsos por muchos motivos: La ineptitud del Gobierno ante la situación catalana, la corrupción sistémica y generalizada de las instituciones y de la clase política, todo ello agravado por la crisis económica donde solamente el pueblo es el pagano de un delito que no ha cometido: Paro, hambre, desahucios, pobreza y muerte… El perverso y delictivo inmovilismo de Rajoy está esperando a ver si  con la ley en forma de mazo, aplasta a una parte del pueblo que quiere que se siente a dialogar convocando a todas las instituciones en busca de un pacto de Estado. La Constitución fue tutelada por el franquismo y el ejército, pero ya su texto no responde a las exigencias de los españoles del siglo XXI. Los partidos políticos tienen que renunciar a la nada modélica Transición porque ya se ha demostrado que la reconciliación entre los españoles no ha sido posible. Los pasos que puedan dar el Tribunal Constitucional y el resto de las instituciones, incluyendo a los jueces, están contaminados de los vicios y perversiones de la dictadura…





Es de esperar que Rajoy llevado de su perfil parco, torpe y terco, no caiga en la tentación de resolver este conflicto político por vía judicial y policial, porque no resolvería absolutamente nada y la quiebra social tendría resultados irreparables. Es un escenario difícil de imaginaran pero muy verosímil con el inquilino de la Moncloa…





(*) nacionalidad.
1. f. Condición y carácter peculiar de los pueblos y habitantes de una nación.
2. f. Estado propio de la persona nacida o naturalizada en una nación.
3. f. Esp. Comunidad autónoma a la que, en su Estatuto, se le reconoce una especial identidad histórica y cultural.
4. f. Esp. Denominación oficial de algunas comunidades autónomas españolas.
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Es evidente que las acepciones 3 y 4 son una adaptación de la semántica que convencionalmente se determinó para el uso político y constitucional, genuinamente español.





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