martes, 14 de mayo de 2019

ICETA A LA MIERDA, NO AL SENADO





Tres razones para negar el voto a Iceta

«Miquel Iceta tiene el derecho de soñar a entrar Castellana arriba como los políticos del dominio indio remontaban el Támesis. Pero no tiene el derecho de exigir los votos de quienes ven este viaje como el retorno a un pasado que ya no existe »




1.      La política a la que aspiramos no puede ser, ni debe ser, un mercado persa. Y ya me perdonarán los persas por esta expresión tradicional. Queremos una política mejor, más avanzada y progresista, más elegante y concienciada, que la que nos proponen con este movimiento, que es el simple cambio de cromos de toda la vida. El PSOE pide no hablar de política sino tan sólo de intereses. Y eso, además de ser peligroso, es altamente reprobable, pero sobre todo en un país como éste, que ha tenido que soportar un proceso tan intenso de politización estos últimos años. El presidente del Senado, la cuarta autoridad del estado español, debe ser nombrado no por lo que representa o es capaz de hacer y aportar, no por el programa que podría presentar, sino en cambio de unos cuantos juguetes parlamentarios.

2.     El puente aéreo ya no funciona. Metafóricamente hablando. Lo que se dijo el puente aéreo de la política catalana se ha acabado. Incluso se ha acabado el puente aéreo económico, tal como ha puesto de manifiesto la votación en la Cámara de Comercio. Esto que ha pasado en el octubre republicano tiene un precio. En positivo y en negativo, pero a veces coincidente, como en esta ocasión. Positivo por la afirmación de la nación que sube desde abajo, volcánica, y negativo para el abismo, el océano, que las porras de la Guardia Civil y los insultos del juicio han abierto entre la población y el estado español. El resultado es bien visible: la política catalana no había sido tan española. Tan poco española, tan poco integrada en España. Y por qué razón, entonces, deberíamos volver a toda prisa a la política del salacot y el retorno a la metrópoli, concebido como un ascenso de estatus social. Miquel Iceta tiene el derecho de soñar a entrar Castellana arriba como los políticos del dominio indio remontaban el Támesis. Pero no tiene el derecho de exigir los votos de quienes ven este viaje como el retorno a un pasado que ya no existe.

3.     Si se me permite centrarme en un argumento, me gustaría decir, sobre todo, que la cortesía no debería ser indiferente. Por decencia. Ya lo sé, que Paul Valery, identificando precisamente cortesía con indiferencia, escribió que 'la cortesía es la indiferencia organizada' -si no estoy equivocado. Pero nosotros, nuestra sociedad, no debería dejar que esto fuera así si queremos construir un espacio de convivencia mejor, para todos, también para el señor Iceta. Nadie nos puede pedir, nadie debería pedir, que fuéramos indiferentes, de manera abúlica, a una demanda como ésta y que concedía un deseo como este sin evaluar las razones, la conveniencia y la rectitud de todo. En otro caso, la decisión sería un simple menosprecio hacia el otro que, sinceramente, no creo que merezca ni siquiera un personaje tan oscuro como Iceta.



EN VENTA EL SENADO DEL ARTÍCULO 155



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