lunes, 1 de agosto de 2011

El 20-N (1)

El 20-N 1


Al coincidir el día de las elecciones generales con la muerte del dictador, es la propia fecha la que otorga toda la intención simbólica. El 20-N es un buen crisol para desenmascarar aquellas posturas políticas fieles al franquismo. La denuncia de impostura democrática de la derecha española, nunca será llevada a cabo por las instituciones que mantienen un encubrimiento oficialista y cínico. Salvando las izquierdas minoritarias y el diario Público, el resto de los partidos políticos y los medios de comunicación, tanto públicos como privados, han mantenido una perversa equidistancia entre los vencedores y los vencidos. Han asumido hipócritamente que la farsa legal de la Transición y la Constitución Española de 1978, no solamente han cerrado las heridas del conflicto fratricida provocado por el sátrapa caudillo, sino que la reconciliación entre los españoles es un hecho consumado. El pueblo español heredero de las víctimas directas del genocidio franquista, jamás se dejará embaucar con subterfugios legales de nula legitimidad universal. Frente al próximo 20-N hay que denunciar que la derecha es el franquismo sin lugar a dudas. Que el socialismo español se entregó al consenso, abandonando su vocación republicana y siendo cómplice de que los crímenes franquistas quedaran impunes. Y que los medios de comunicación son cómplices por activa o por pasiva de la apología del franquismo. El Estado es responsable de haber ocultado a las generaciones posteriores, la verdad histórica de su pueblo. Es como si Alemania hubiera negado el holocausto judío a los ciudadanos de hoy. La herida está abierta y el 20-N tiene que servir para abrirla más, hasta que se cierre con dignidad.





Si hablamos en román paladino todos y cada uno de los miembros del Partido Popular, mantienen una ideología conservadora hacia la extrema derecha, pero con las connotaciones genuinas de su arraigo franquista. Una derecha neoliberal en lo económico y autodenominada de centro moderado, auténtico equilibrio de lo ambiguo. Los complejos y prejuicios de llamarse a ellos mismos por su nombre, les hace huir hacia el centro moderado, porque su carta de presentación como de derechas, les espanta a ellos mismos. Si este perfil les homologara con los grandes partidos europeos, habrían superado el hecho religioso que infecta su ideología. Admitirían que los estados confesionales pertenecen al pasado. Pero lejos de situarse entre los conservadores británicos, alemanes o franceses, los españoles transportan el lastre antirrepublicano de Franco y de los Borbones. Además, el nacionalcatolicismo implantado por la Iglesia con la aquiescencia del Caudillo por la Gracia de Dios. Otro ingrediente es el antisindicalismo que procesa la derecha española, heredado del nacional sindicalismo; manteniendo un estrecho maridaje con el capital y la patronal, antigua mafia caciquil, que financió la Guerra Civil y el franquismo. En este cuadro ideológico muy bien camuflado bajo la defensa de una Constitución que prefieren fosilizada, se esconde el Partido Popular. El Partido Popular se presenta ante el 20-N, negando que sea el más genuino franquismo gozando de muy buen salud.


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