“¿ES PODEMOS UNA ALTERNATIVA DE IZQUIERDAS?”, artículo de Rafael Narbona
Ser impopular no es una desgracia,
sino una filigrana del destino, que trenza los hilos necesarios para
despertar la ira y la incomprensión ajenas. A veces sucede de forma
aleatoria, demostrando que el azar es la ley última del universo, pero
en otras ocasiones la temeridad y la incontinencia verbal se conciertan
involuntariamente para desencadenar una avalancha de hostilidad. En mi
caso, el incontrolable impulso de expresar dudas, objeciones y matices
me han atraído simpatías y antipatías. Aunque las primeras han sido más
abundantes –pero no multitudinarias-, las segundas han resultado
particularmente insidiosas y han incluido varios linchamientos
virtuales. No me atribuyo ninguna importancia. Mi currículum –horrible
palabra- se puede resumir en unas pocas líneas. Solo soy un profesor de
filosofía jubilado anticipadamente por enfermedad. He publicado un
libro, cerca de 500 artículos en papel –la mayoría de crítica literaria-
y otros tantos en un blog, cada vez más orientado hacia la política,
una fuente inagotable de disgustos, pero también una obligación
ciudadana, especialmente en una época con paro masivo, desahucios,
pobreza infantil, suicidios y agresivos recortes en sanidad, educación y
pensiones. En el benévolo verano de 2014 (hasta ahora con unas
temperaturas menos extremas que años anteriores), me atrevo a expresar
nuevas objeciones sobre Podemos y su mediático líder Pablo Iglesias, sin
ignorar que no contribuirán a concitar simpatías y tal vez alimentarán
las reacciones intempestivas.
¿EL FIN DEL MODELO ASAMBLEARIO?
Podemos es un proyecto político, pero
algunos de sus seguidores parecen fervientes devotos que interpretan
cualquier crítica como una intolerable profanación. Podemos nació como
una plataforma cívica concebida para aglutinar a la izquierda,
reivindicando el modelo asambleario del 15-M, pero su borrador sobre sus
principios organizativos coinciden con los de cualquier partido
tradicional, salvo en algunas cuestiones formales. Una cúpula de entre
10 o 15 personas marcará las grandes líneas políticas. Aunque se
autodenomina “consejo de coordinación”, su composición y funciones
apenas difieren de las ejecutivas del PSOE o IU o del comité de
dirección del PP. Un “consejo ciudadano” compuesto por 80 miembros será
elegido por una “asamblea ciudadana” convocada cada tres años, a la que
podrán asistir todos los militantes del partido. No advierto ninguna
novedad respecto a los congresos de las restantes formaciones políticas.
En el borrador presentado, se promueve la figura del militante online
como militante de base, que manifestará su acuerdo o desacuerdo de modo
no presencial en la mayoría de los casos. El portavoz del partido será
elegido por votación electrónica y su mandato durará tres años. Se podrá
revocar mediante un referéndum con el aval del 30% de los militantes.
La votación para elegir al secretario general del PSOE ha logrado la
participación del 52% de su militancia. No será fácil reunir el voto de
un 30% de los militantes no presenciales de Podemos, lo cual garantiza
que el portavoz será difícilmente revocable. Los militantes de Podemos
recibirán una clave electrónica para ejercer su voto por medio de
internet. El “consejo ciudadano” escogerá “los procedimientos para la
elaboración de listas electorales” y decidirá sobre posibles alianzas
con otras fuerzas políticas afines. En los órganos de dirección, no
habrá cuotas territoriales, sino áreas temáticas, con mayor o menor peso
específico. De este modo, se pretende conjurar la influencia de las
baronías sobre una estructura centralizada.
Es evidente que algo ha cambiado en una agrupación política con poco más de cuatro meses de existencia. Ya no se pide “todo el poder para los círculos”, pues los círculos no tendrán delegados, sino portavoces rotativos, lo cual debilita escandalosamente su margen de maniobra. El modelo asambleario queda atrás, al igual que los planteamientos más revolucionarios expresados por Pablo Iglesias en su época de presentador televisivo. Ya no se habla de salir del euro, nacionalizar la banca y los sectores estratégicos, suspender el pago de la deuda, establecer sistemas de control para evitar la fuga de capitales (es decir, crear un corralito) y reconocer el derecho de autodeterminación a los pueblos del Estado español. Se atribuye la sobreexposición mediática de Pablo Iglesias a su capacidad de incrementar las audiencias, pero cuesta trabajo creer que los grandes grupos empresariales (como Mediaset, Atresmedia o Mediapro) presten sus cadenas televisivas y sus diarios digitales a un joven político simplemente porque representa “un soplo de aire fresco”.
Es evidente que algo ha cambiado en una agrupación política con poco más de cuatro meses de existencia. Ya no se pide “todo el poder para los círculos”, pues los círculos no tendrán delegados, sino portavoces rotativos, lo cual debilita escandalosamente su margen de maniobra. El modelo asambleario queda atrás, al igual que los planteamientos más revolucionarios expresados por Pablo Iglesias en su época de presentador televisivo. Ya no se habla de salir del euro, nacionalizar la banca y los sectores estratégicos, suspender el pago de la deuda, establecer sistemas de control para evitar la fuga de capitales (es decir, crear un corralito) y reconocer el derecho de autodeterminación a los pueblos del Estado español. Se atribuye la sobreexposición mediática de Pablo Iglesias a su capacidad de incrementar las audiencias, pero cuesta trabajo creer que los grandes grupos empresariales (como Mediaset, Atresmedia o Mediapro) presten sus cadenas televisivas y sus diarios digitales a un joven político simplemente porque representa “un soplo de aire fresco”.
En sus inicios, Podemos se presentó “con
la mano tendida a todos”, especialmente a Izquierda Unida y todas las
fuerzas de izquierdas y movimientos sociales que luchaban contra las
políticas de austeridad. Su propósito era poner en marcha “un verdadero
proceso de unidad”, donde confluyeran formaciones como IU, las CUP o el
SAT. Sin embargo, ahora parece que prefiere avanzar en solitario,
distanciándose de IU e Izquierda Anticapitalista. Circulan muchos
rumores que es imposible verificar. Algunos apuntan que Podemos nació
para restar votos a IU. Otros sostienen que el auge de Podemos servirá
de pretexto para que los votantes del PP y el PSOE acepten un pacto
contra natura, capaz de frenar “el populismo chavista y filoterrorista
de Podemos”. No voy a negar que simpatizo con las propuestas básicas de
Podemos: derecho a una renta básica, derogación de la reforma del
artículo 135 de la Constitución (que prioriza el pago de la deuda),
interrupción de los desahucios, consideración del suministro de luz,
agua y calefacción como un derecho inalienable, limitación salarial y
temporal (dos legislaturas) de los cargos públicos, tipificación del
delito fiscal a partir de 50.000 euros de cuota defraudada, prohibición
de acumular cargos públicos, despenalización de la ocupación de
viviendas vacías de bancos, cajas, inmobiliarias o promotoras por
familias o personas en situación de vulnerabilidad, prohibición de los
CIEs, anulación de los programas contra la inmigración y eliminación de
las vallas fronterizas anti-persona, celebración de un referéndum
vinculante sobre la salida de España de la OTAN, rechazo a las
intervenciones militares en la resolución de conflictos internacionales,
prohibición del copago sanitario y farmacéutico, protección del medio
ambiente, protección de los derechos de los animales (que incluiría la
prohibición de la tauromaquia y el tráfico de especies exóticas o en
peligro de extinción). No se me ocurre ninguna objeción a este programa,
pero creo que apenas difiere del programa de IU, mucho más explícito
cuando afirma que los planes de ajuste solo son una medida para
recomponer la tasa de ganancia de un capitalismo en crisis. IU describe
la situación actual como “un golpe de Estado encomendando a la Comisión
Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo para
implantar políticas derivadas del Consenso de Bruselas, adaptación del
Consenso de Washington en Europa”. La liquidación del Estado del
Bienestar es la finalidad del proyecto neoliberal “desde Maastricht
hasta el Tratado de Estabilidad Presupuestaria”. Eso sí, creo que no se
habla suficiente de las consecuencias del pacto fiscal. Se ha fijado el
2020 como fecha tope para que nuestro país reduzca la deuda al 60% del
PIB y el déficit al 3%, consumando la regla de oro del déficit
estructural cero. Es imposible cumplir ese objetivo sin nuevos (y
brutales) recortes. Ni Podemos ni IU plantean la nacionalización de la
banca ni un debate público sobre el euro, con la posibilidad de un
referéndum vinculante que permita abandonar la moneda común, si la
mayoría de los ciudadanos se pronuncia en ese sentido.
LA TORTURA EN EL ESTADO ESPAÑOL
¿Por qué dividir el voto de izquierdas
con una nueva fuerza política como Podemos? Solo hay dos motivos de
peso: la corrupción y la necesidad de empoderar a los ciudadanos.
Podemos puede agitar la bandera de la lucha contra la corrupción, pero
hasta ahora no ha gobernado y se libra de cualquier juicio en ese
sentido. En cuanto a la necesidad de empoderar a los ciudadanos, ya he
señalado que se está marginando a los círculos de los centros de
decisión, liquidando el modelo asambleario. Podemos mantiene un perfil
más tibio que IU en cuanto a la forma del Estado, sin pedir abiertamente
un referéndum entre Monarquía y República y, además, rehúye la
terminología clásica de la izquierda, sin atreverse a realizar una
defensa enérgica del laicismo, el antifascismo o la memoria histórica.
No me parece tranquilizador que Pablo Iglesias se codee con figuras como
Carlos Jiménez Villarejo, nombrado en 1962 fiscal de la Audiencia
Territorial de Barcelona. En 1962, la dictadura detuvo a Julián Grimau,
miembro del comité central del PCE en la clandestinidad. Brutalmente
torturado en la DGS, fue condenado a muerte y fusilado el 20 de abril de
1963. El 17 de agosto se ejecutó con garrote vil a los anarquistas
Joaquín Delgado Martínez y Francisco Granados Mata por un atentado que
no habían cometido. Villarejo no dijo nada y también guardó silencio
cuando el Tribunal de Orden Público enjuició y condenó a la cúpula de CC
OO a 20 años de cárcel. Ahora ha denunciado en el Parlamento Europeo la
persistencia de la tortura en España, citando 79 procesos penales
abiertos en 2013, la mayoría en el País Vasco. 33 europarlamentarios han
respaldado la iniciativa. Entre ellos, se encuentran representantes de
Izquierda Plural, Bildu, el Sinn Féin y Syriza. Curiosamente, se ha
citado como prueba la sentencia de la Audiencia Nacional del 14 de mayo
de 2014, absolviendo a 36 jóvenes vascos acusados de pertenecer a ETA.
La sentencia señala la “invalidez de las pruebas obtenidas bajo
tortura”, estableciendo como probado que los agentes de la Guardia Civil
emplearon “métodos coercitivos y de compulsión como la violencia
física, las amenazas y la coacción directa e indirecta”. La Audiencia
Nacional admite que se emplearon golpes, amenazas y privación de sueño.
Pablo Iglesias ha denunciado la impunidad de los agentes policiales en
España y el “insuficiente control judicial” de los derechos de los
detenidos. Aplaudo su valentía, pero no entiendo que utilice para esta
batalla a Villarejo o que se fotografíe con Baltasar Garzón, ex juez de
la Audiencia Nacional y responsable de la aplicación del régimen de
incomunicación en infinidad de ocasiones. Su fama de represor y cómplice
de torturas ha provocado que varias de sus conferencias en el
extranjero hayan sido frustradas por escraches. Nunca olvidaré las
palabras de Martxelo Otamendi, director de Euskaldunon Egunkaria,
relatando su detención en 2003. Cuando el juez Juan del Olmo ordenó su
incomunicación, un agente de la Benemérita con pasamontañas le dijo:
“Olvídate de tus derechos. Esto es la Guardia Civil”. En esos cinco
días, Otamendi sufrió un simulacro de ejecución, la bolsa –que produce
síntomas de asfixia-, vejaciones sexuales, privación de sueño, golpes,
humillaciones, amenazas de ser sometido a descargas eléctricas. Absuelto
por la Audiencia Nacional en 2010, el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos condenó al Estado español en 2012 por no investigar con
suficiente rigor la denuncia de torturas. Otamendi ha descrito a la
Guardia Civil como “un Estado dentro del Estado” y conviene recordar (y
no olvidar) que la Audiencia Nacional es la prolongación institucional
del infame Tribunal de Orden Público. Celebro que Podemos haya
denunciado la persistencia de la tortura en España y, al igual que Pablo
Iglesias, creo que la violencia de ETA tiene “explicaciones políticas”,
lo cual no significa que no condene su actividad armada. Cuando
Esperanza Aguirre, ex presidenta de la Comunidad de Madrid, invitó al
joven político a repetir la frase “los etarras son unos asesinos”, Pablo
Iglesias se defendió con bastante elocuencia, pero tal vez debería
haberle contestado que “el Partido Popular es la creación de un
asesino”, el abominable Manuel Fraga y que ni ella ni cualquier otro
miembro de su partido tiene autoridad moral para hablar de derechos
humanos. Me permito mencionar una anécdota banal, que muestra hasta qué
punto el tema de la tortura es un tabú en España. Hasta ahora me han
hecho pocas entrevistas, pero en una de ellas el medio –no el
periodista- con el que hablé, suprimió mis declaraciones sobre la
tortura, donde citaba las reflexiones del prestigioso antropólogo
forense Francisco Etxeberria, que acusa a jueces, fiscales y forenses de
complicidad y encubrimiento. Esto es España, el país del Valle de los
Caídos y los 200.000 desparecidos.
EL HUMOR Y LA POLÍTICA
Cuando he cuestionado el proyecto
político de Podemos, algunos han rebatido mis dudas con argumentos. No
pretendo tener razón en todos los casos. Ni siquiera en la mayoría de
las ocasiones, pero defiendo mi derecho y el de cualquier otro ciudadano
a manifestar mis dudas. Acepto las críticas, pero no los insultos,
especialmente cuando explotan mi condición de bipolar. He publicado un
libro titulado Miedo de ser dos relatando mi experiencia con la enfermedad, que Juan Carlos Monedero reseñó en La Marea,
y me he apuntado al Círculo Podemos Discapacidad para ser informado de
sus actividades. Entiendo que los simpatizantes de Podemos que han
utilizado mi confesa bipolaridad para descalificarme violan el código
ético de un proyecto político, donde no hay espacio para ningún tipo de
discriminación. Pablo Iglesias es un político y su actividad incluye ser
blanco de sátiras y objeciones. Su obligación es persuadir, convencer,
rebatir y aceptar con buen humor las chanzas de periodistas,
caricaturistas y blogueros. No sé si todos sus seguidores comprenden
este hecho. Podemos no es ni debe ser Pablo Iglesias, pues teóricamente
nace del espíritu asambleario del 15-M, que combatió los personalismos y
los liderazgos carismáticos. Para finalizar, creo que actualmente hay
dos frentes abiertos contra la barbarie neoliberal: las iniciativas
ciudadanas (centros sociales autogestionados, escuelas libres,
asambleas, actos solidarios, manifestaciones, huelgas) y las iniciativas
políticas. Las fuerzas políticas de izquierdas deberían acompañar a las
iniciativas ciudadanas, sin rentabilizarlas en su beneficio, y confluir
en una amplia coalición para ganar las próximas elecciones municipales y
generales, estableciendo un acuerdo de mínimos. Podemos debería hacer
pedagogía política y despejar cualquier duda sobre sus principios y
funcionamiento, manteniendo un diálogo permanente con partidos afines.
Si prospera la división entre la izquierda, perderán los parados, las
familias desahuciadas, los niños malnutridos, los pensionistas, los
inmigrantes, los jóvenes. Es decir, “los de abajo”. La prioridad es
acabar con su sufrimiento, construyendo un futuro alternativo. Todos los
que se desvíen de ese objetivo, serán cómplices de la inhumanidad
reinante. La política no se hace con estrategias, sino con convicciones y
el primer paso es dejar claro la posición ideológica. Ser de izquierdas
no es un anacronismo, sino un compromiso con un porvenir sin
injusticias ni desigualdades.
RAFAEL NARBONA
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