Señor: ¡S.O.S!
Por Pedro Taracena Gil
Es
sabido que el rey reina pero no gobierna. La Constitución encorseta la figura
del Rey en unos conceptos llenos de ambigüedad: “…arbitra y modera el
funcionamiento regular de la instituciones…” Su vida transcurre como un
auténtico títere en manos de la corte de aduladores que siempre le ha rodeado.
El Rey de España está entronizado como lo estuvo en su mejor época el emperador
del Japón. No sabemos lo que piensa en temas humanos y próximos al pueblo. Huye
de pasar la línea roja de cualquier partidismo pero hay silencios que le hacen
cómplice del mal. Sin olvidar que sé de lo que estoy hablando porque yo
pertenecí a La casta.
Tres ejemplos le hacen acreedor de mi crítica como ciudadano demócrata y republicano:
Tres ejemplos le hacen acreedor de mi crítica como ciudadano demócrata y republicano:
Primero:
Los reyes Juan Carlos I y Felipe VI no han condenado la dictadura y se han
alineado con los franquistas del Partido Popular. No hay ningún imperativo
constitucional que el Rey de España no puedan condenar el genocidio franquista,
como el nazismo alemán o el fascismo italiano.
Segundo:
El Rey de España guardó silencio cuando su Gobierno decidió que España
participara en la guerra de Irak, a pesar de que su pueblo masivamente salió a
la calle al grito de: ¡No a la Guerra! Esta clara alineación con una decisión
injusta e inhumana deja al pueblo desamparado. El haber dicho no a la guerra no
es anticonstitucional.
Y
el tercero de los ejemplos está sucediendo en estos días. El Gobierno está
llevando la cuestión catalana a un callejón sin salida. Mostrando su
incapacidad para cuestionar que el problema catalán incrustado en España y a su
vez en Europa, es un problema político. La solución pasa por romper el
paradigma de que la unidad de España es un dogma de fe.
El discurso de Felipe VI no arbitra ni modera nada. Se comporta como un loro de repetición al servicio del Gobierno. ¿Qué sucedería si el Rey de España arbitrara y moderara las instituciones al margen de las opciones políticas, instándoles a que juntos sean capaces de modificar el estatus legal que ya no sirve en España? De esta forma el pueblo sabría que el Jefe del Estado símbolo de su unidad, sirve para algo en circunstancias límites. Sobre todo por la ineficacia, perversión y corrupción de la clase política.
El discurso de Felipe VI no arbitra ni modera nada. Se comporta como un loro de repetición al servicio del Gobierno. ¿Qué sucedería si el Rey de España arbitrara y moderara las instituciones al margen de las opciones políticas, instándoles a que juntos sean capaces de modificar el estatus legal que ya no sirve en España? De esta forma el pueblo sabría que el Jefe del Estado símbolo de su unidad, sirve para algo en circunstancias límites. Sobre todo por la ineficacia, perversión y corrupción de la clase política.
Basta
ser una persona de buena voluntad y sentido común, para saber que resistirse de
forma numantina a reformar la Constitución, es absurdo. Más pronto que tarde la
Constitución se reformará y daremos paso a un estado federal constituido por
una nación de naciones. Las leyes que evocan Felipe VI y de Rajoy no sirven
para resolver un litigio que tiene la solución en la convocatoria de un
referéndum. La testarudez es vivir en la mentira…
Estoy bastante de acuerdo. Pero el problema me parece más radical. Ya los exiliados, al volver, percibieron que los españoles se habían amolado a las dulzura del bienestar económico, los mismos que ahora ladran contra el régimen que aceptaron tanto tiempo y que hasta los más tontos vieron que era la continuación del de Franco por otros medios, todo porque ahora, más o menos, directa o indirectamente, a la mayoría les ha afectado la crisis. Desde la transición algunos hemos callado, otros siempre se opusieron y otros colaboraron como vía para un cambio real que nunca llegó.
ResponderEliminarComparto todas las demás críticas del artículo excepto en que el fundamento intelectual debe ser un olvidado y denostado estructural análisis que en él no se intuye.
Un placer leerte.