En la comarca de La Campiña,
tuvo lugar una historia que muchos conocieron, pero pocos recuerdan. Es
la historia de Bernarda, una joven que vivía en un pueblo no muy lejos
de la capital de la provincia, en cuya ciudad habitaban sus tíos, únicos
familiares que tenía. Era una chica de cultura primitiva y de belleza
pueblerina. Corrían los años treinta, y se enamoró de un joven cuatro
años mayor que ella. Se diría que el amor que se tenían, les aislaba del
resto de los mortales. Su pasión era igual de primitiva que su origen
social y cultural. Pero su amor era tan sublime y tan carnal a la vez
que en aquellos años rompieron los paradigmas de sus contemporáneos;
superando todos los prejuicios tradicionales.
Acceso al relato completo: EL RAMOS DE FLORES
Epílogo
Tras
leer este relato y los epitafios que le siguen, me doy cuenta que estoy en
presencia de un texto que destila sensibilidad por doquier.
Su
estilo es parco. La palabra no es empleada para aturdir, para engañar, para
crear sensaciones que se encuentran ausentes en el texto que lo contiene. Importa
lo que se dice y se dice desde dentro. La frase es corta contundente. Cómo no
habría de serlo cuando ella relata el dolor que corta una vida, una ilusión y
que, contundentemente nos enfrenta a la tragedia.
Bernarda,
como lo señala, bien pudiera ser el personaje de la Casa de Bernarda Alba.
Aunque para mí rebasa ese marco y se sitúa en el campo de la tragedia mediterránea.
Un hecho histórico trunca unas vidas. Él sólo es una circunstancia. En Bernarda
se funde el concepto de la pérdida del hombre, que a través de la historia ha
manejado la mujer mediterránea. Sin querer en ella se reanima el poder
destructivo de Medea. Ha perdido al hombre y el mundo debe responder por ello,
no importa a quien se tenga que inmolar, para saciar el dolor. Se destruye o se
castra, dos vertientes del mismo hecho. Y en él Ethos y Pathos se diluyen en la
nada. Luis, Félix, Miguel y Carmen nada habrá de ser para ella, para su dolor.
Luis es el recuerdo del ser amado que quedó sembrado en ella. Los demás no
serán nada más que el producto de una circunstancia, de la cual ella ha
decidido vengarse.
Por
lo cual al final del relato, la consecuencia del desamor no puede ser más que
el suicidio; que es como interpreto su reencuentro con Juan. Orfeo descendió al
reino de los muertos para resucitar a la amada; Bernarda para comulgar con la
muerte.
Los
campos de Bernarda quedaron sin luz, enmudeció el canto y el día no volvió a
nacer.
“La
guerra mató los cuerpos y los espíritus”
Juan
Vicente Gómez Gómez
Abogado,
periodista y fotógrafo
Caracas
(Venezuela)
Libro PDF: EL RAMO DE FLORES
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