Foto: Pedro Taracena Gil
Por Isidoro Gracia
Exdiputado
Un comentario mío sobre las formas democráticas que
muestran gran parte de los medios de comunicación llevó a un amigo a recordarme
que releyera El golpe de estado permanente, de Mitterrand.
Y bueno, releerlo no lo he releído, pero entre lo que
me que me queda de memoria y una publicación relativamente reciente realizada
con motivo del 75 aniversario de la República (Golpismo o Democracia), he
entendido lo acertado del consejo y me ha ayudado a entender muchas de las
cosas que hoy suceden, y sobre todo cuál es el papel que desempeñan muchos de
los actores, incluidos los al menos teóricos defensores de valores democráticos
como la libertad de opinión.
Para entendernos, la República Francesa gozó durante
un tiempo de una Constitución, realizada a la medida del general De
Gaulle, en la que en casos de emergencia, tales como el peligro de la
integridad territorial o de incumplimiento de compromisos internacionales, el
Presidente de la República estaba autorizado a tomar “las medidas necesarias”,
creo que también podía intervenir si se interrumpía el funcionamiento regular
de los Poderes Públicos. El problema principal devino de qué quien interpretaba
la gravedad de la situación era el propio general, que usó, abusó y tergiversó
el texto de la Constitución a su conveniencia.
Estaba en cómo y a quién adjudicar el papel de De
Gaulle en 2016, cuando caigo en la cuenta que en España tenemos al menos un par
de antecedentes: como se combatió a Felipe González y a Zapatero.
Empezando por González, en palabras de un actor
directo, Ansón: “La cultura de la crispación existió porque no había manera de
vencer a Felipe González con otras armas… Era un hombre con una potencia
política de tal calibre que era necesario llegar hasta el límite”
”Algunos lo hicimos desde el convencimiento honesto de
que ese era un servicio al sistema democrático”.
En grupo promotor abundaban los directores de medios
de comunicación, a las reuniones asistía el que fue Secretario General del PP
(Álvarez Cascos) y el grupo fue apoyado por parte de la banca (titular de
acciones o con apoyos financieros a esos medios).
Siguiendo por Zapatero. Como quiera que la campaña de
prensa y la movilización en la calle, contra su gobierno no conseguía que
los apoyos sociales se debilitaran lo suficiente, ya que, en palabras de
un medio bien significativo (Libertad Digital, sí el mismo que financió el PP
de Rajoy con dinero negro): “Sólo la presión de la calle podrá doblarle la mano
a quienes no atienden a argumento”, y claro, entre otras cosas intentaba
terminar con la violencia de ETA, usando el diálogo y resolver los problemas
con Cataluña mediante al reinterpretación de la Constitución y el Estatut.
La presión no lo doblega y se presenta ante el Rey el
documento-manifiesto titulado “TRANSFORMA ESPAÑA. Un momento clave para
construir entre todos la España admirada del futuro”, en plena crisis
económica, y al margen del entonces Presidente del Gobierno Zapatero. Aquél
manifiesto, elaborado por la Fundación Everis, contiene muchas de las
exigencias de reformas estructurales que luego aplicaría el gobierno de Mariano
Rajoy, y está firmado y avalado por los empresarios y banqueros más destacados
de España, y que representan en conjunto a más del 90% del IBEX. Junto a
Sánchez Galán (Iberdrola) figuran: César Alierta (Telefónica), Antonio Brufau
(Repsol), Juan María Nin (La Caixa), Juan Roig (Mercadona), Antonio Vázquez
(Iberia), Ángel Cano (BBVA), Alfredo Sáenz (Santander), Baldomero Falcones
(FCC), Pablo Isla (Inditex), Borja Prado (Endesa), Francisco Román (Vodafone),
Juan Abelló (Torreal) y Felipe Benjumea (Abengoa), entre otros.
La posible conclusión de que el rol de De Gaulle,
entonces en Francia, en España lo ejercen los medios de comunicación resultaría
incorrecta, es evidente que quien lo ejerce sin ningún rubor ni vergüenza son
los dueños de esos medios.
La de lo que se persigue es la estabilidad, choca
claramente con la experiencia de lo perseguido con Felipe González y de que lo
que se intenta es el respeto a las formas y valores democráticos, con lo
sucedido con ambos presidentes socialistas.
Por todo lo anterior, eso de que evitar unas terceras
o cuartas elecciones es por el bien de España, es obligado traducirlo porque es
por el bien de unos muy determinados españoles, con nombres y apellidos.
Así me resulta fácil comprender en especial el editorial
del País del pasado domingo, ese en el que se dice:”…lo primordial es impedir
que los españoles tengan que volver a las urnas, algo que hay que evitar de
cualquier forma”. ¿Defensa de la Democracia? Juzguen ustedes.
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