Por Pedro Taracena
El Rey de España abandona el
trono sin haber jurado la Constitución, sin condenar el genocidio
franquista y sin reconocer la legitimidad de la República Española. Arropado
como es natural por La Casta. Sí, La Casta que en virtud de evitar no sé
qué involución, han consolidado la Transición trasgrediendo el sentido de su
nombre. Se llama transición a la acción y efecto de
pasar de un modo de ser o estar a otro distinto. Aquí se pasó de una dictadura
franquista a un texto constitucional, pero los hijos del Caudillo de España, han mantenido
el espíritu déspota y tirano de su fundador. En 1975 el Rey recuperó la corona de los
Borbones como legado y testamento de Franco; jurando cumplir los Principios de
Movimiento Nacional, base del régimen emanado del golpe de estado de 1936. En
estos 39 años de reinado, Juan Carlos, no ha conseguido la reconciliación entre los españoles. El Rey ha
estado al lado de los franquistas y también de los socialistas, que con mayorías absolutas no
han querido llevar ante los tribunales de la Historia la impunidad de los crímenes del
franquismo. El reinado de Juan Carlos I es un cúmulo de anomalías democráticas que lejos
de resolver los problemas históricos los ha agravado. Los protagonistas
de la Transición, La Casta, despiden al Rey en loor de multitudes sin la menor crítica,
constituidos en corte de aduladores y cómplices de la opacidad de la
familia real.
¿Cuál es la realidad de la sociedad? Una o dos generaciones de jóvenes perdidas. Desafección política de los
trabajadores de toda clase. El rechazo de vascos y catalanes al dogma de que la
España Una Grande y Libre, sea inquebrantable en pleno
siglo XXI. El pueblo está harto de la
podredumbre de todas las
instituciones. Desde la monarquía hasta la
judicatura, pasando por partidos políticos y sindicatos.
¿Quiénes están satisfechos con esta situación? Los empresarios, porque disfrutan de la explotación de la esclavitud conforme a las leyes del Partido Popular.
Legales pero injustas, inmorales y perversas. La Iglesia, porque los
franquistas-populares han entregado a los obispos el nacionalcatolicismo que la
Constitución les niega. Y
por último, los bancos, porque el gobierno de turno les ha
otorgado la seguridad jurídica que han
negado a los desahuciados. Estos tres sectores del poder pertenecen a la misma
Casta que los dos grandes partidos PPSOE, y constituyen el verdadero problema
del pueblo español.
La Casta manifiesta su nerviosismo a
través de sus voceros. Los medios de comunicación públicos y privaos
han tomado arte y parte de La Casta, a través de la nefasta Transición. Pero ahora las redes sociales están marcando la pauta de la libertad de información; quitando el monopolio de los titulares, las exclusivas,
las primicias de los diarios, que lejos de vivir del quiosco, son financiados a
fondo perdido por los grupos de presión. Ejemplo de ello el cierre de Público.
Algo huele a podrido en el Reino de España, mientras algo se está moviendo en las calles y plazas de nuestras ciudades y pueblos:
Crecimiento del rechazo a la corrupción política. Rechazo
frontal a los dos grandes partidos de La Casta. Aumento de las izquierdas.
Exigencia creciente de un referéndum que legitime ante la Historia el régimen
pactado por La Casta en la Transición y desestabilidad permanente y reacción a las
acciones represoras del Gobierno.
Se ve el final del túnel pero no con la lupa del Gobierno, sino con la
realidad del pueblo: La crisis seguirá masacrando a la ciudadanía porque Rajoy lidera
el peor ejecutivo posible, para sacar a España del pozo donde él y sus secueces la han metido. El Parlamento
Europeo plantará cara a los crímenes de la Troika. Las elecciones municipales y
autonómicas las ganarán las izquierdas, sin duda. Y las generales de 2015 serán tumba del bipartidismo PPSOE. Adiós mayorías absolutas de poder absolutista. Con esa esperanza hay que caminar.
La abdicación del Rey y la
venida de Felipe V, son circunstancias pasajeras. Abdicado el rey ¡Viva la República!
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