Por Isidoro Gracia
La
Republica no es cuestión de fe sino de razón, aún más
importante es la Democracia. En consecuencia el único camino
aceptable es el respeto a la norma legal.
Durante el trámite de la actual
Constitución de 1978 los partidarios de una República, subieron a
la tribuna, defendieron sus votos particulares frente a la fórmula Monarquía parlamentaria,
perdieron la votación, aceptaron democráticamente el
resultado y se convirtieron, muy mayoritariamente, en defensores del conjunto
de la Constitución. Entre los que hicieron ese camino el conjunto de
los socialistas y comunistas que antecedieron a los actuales.
Yo como soy partidario de elegir y en
consecuencia poder cambiar al Jefe del Estado, por voluntad popular democráticamente
expresada, quiero recordar cual es un camino, que haría eso posible y
además de respetar los procedimientos democráticos, es de los
pocos, política y éticamente aceptables.
De acuerdo con las actuales Leyes lo que
va a ocurrir, salvo revolución impensable e indeseada, es: En menos de
un mes se aceptará la abdicación de Juan Carlos, se recibirá el juramento de
la Constitución por Felipe VI y se le proclamara Rey de España en Cortes
Generales.
Como además del tema de la
posible elección entre Monarquía y Republica, existen muchos y más importantes
temas para los ciudadanos españoles de este siglo, que demandan una
revisión del marco constitucional, como el ejercicio y disfrute real de
derechos básicos tales como educación, salud y protección social, o el
encaje territorial, que garantice un mejor e igual servicio al conjunto de
ciudadanos, y la exigencia de solidaridad entre los 47 millones de españoles, cuando
toque, los partidos deberán presentarse a unas elecciones declarando claramente
sus intenciones.
Igual que hicieron nuestros predecesores,
deberán aceptar los resultados. Resultados que para cambiar temas
importantes de la Constitución exigen: primero, conseguir el acuerdo
de, al memos, 210 diputados y 160 senadores, y segundo, la mayoría de los votos
ciudadanos al conjunto del texto (no solo a alguna de sus partes). También, si
son demócratas convencidos, aquí deberán aceptar los
resultados, pero además tendrán que convertirse en defensores de
lo que salga del proceso.
El problema hoy es que el piloto obligado
tendría que ser el Presidente de un gobierno con mayoría absoluta, y el
que tenemos es incapaz de asumir sus responsabilidades y está dejando pudrir
los muy evidentes problemas lo que llevará inevitablemente a que sean los
extremismos los que hagan de motores del proceso, por lo que el riesgo de
terminar mal, rematadamente mal, aumenta de semana en semana y de día en día.
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